Doctor Francia - 2
From Neruda's Canto General (V:1):
The Paraná among the tangled, humid and pulsating
Regions of other rivers
the Yabebirí: that web of waters.
And Acaray, Igurey, twin jewels colored
With quebracho and surrounded by the thick branches
Of copal trees,
goes on toward atlantic savannahs
Brushing along the delirium of the purple nazarene,
And the roots of the curupay plant in its sandy dreams.
The hot silt and the thrones of the devoring caiman
Amidst pestilence
Doctor Francia crossed over to the seat of Paraguay
And lived among rose windows
Of pink masonry
Like a sordid, imperial statue
Covered with the veils of the shadowy spider.
Solitary grandeur
In a hall full of mirrors
A frightful figure dressed in black
Over red felt
And fearful rats in the night.
False column,
Perverse academy,
A leperous king’s agnosticism
Surround by vast fields of grass
Drinking platonic numbers
At the condemned man’s gallows.
He calculated triangles in the stars,
measuring stellar coordinates
with a watch
as Paraguay’s orange night approached.
And even during the death throws of
the condemned man seen from his window
he had his hand on the lock of captive twilight.
Study materials strewn on the table
His eyes were fixed on the spir of the firmament
In the shifting crystals of geometry
While the intestinal blood
of the man slain by bayonnet buts
flowed down the stairs,
Drunk up by green swarms of flickering flies.
He closed off Paraguay
Like a nest for his Majesty
He tied torture and mud to its borders
When his siluet passes by the street
The indians glance at the city walls
As his shadow bounces off them
Creating two walls of shivering fear.
When death came to Doctor Francia
He was motionless and dumb
Alone in his cave and
Tied down within himself,
By the ropes of paralysis.
He went through his final agony and died alone
Without anyone entering the room.
For no one dared to knock on the master’s door.
Tied up by these serpents
Speachless and with his brain boiled
He died lost in the solitude of his palace
While night, established like a university chair
Devored the miserable capital columns
Sprinkled with martyrdom
El doctor Francia
El Paraná en las zonas marañosas,
húmedas, palpitantes de otros ríos
donde la red del agua, Yabebirí,
Acaray, Igurey, joyas gemelas
teñidas de quebracho, rodeadas
por las espesas copas del copal,
transcurre hacia las sábanas atlánticas
arrastrando el delirio
del nazaret morado, las raíces
del curupay en su sueño arenoso.
Del légamo caliente, de los tronos
del yacaré devorador, en medio
de la pestilencia silvestre
cruzó el doctor Rodríguez de Francia
hacia el sillón del Paraguay.
Y vivió entre los rosetones
de rosada mampostería
como una estatua sórdida y cesárea
cubierta por los velos de la araña sombría.
Solitaria grandeza en el salòn
lleno de espejos, espantajo
negro sobre felpa roja
y ratas asustadas en la noche.
Falsa columna, perversa
academia, agnosticismo
de rey leproso, rodeado
por la extensión de los yerbales
bebiendo números platónicos
en la horca del ajusticiado,
contando triángulos de estrellas,
midiendo claves estelares,
acechando el anaranjado
atardecer del Paraguay
con un reloj en la agonía
del fusilado en su ventana,
con una mano en el cerrojo
del crepúsculo maniatado.
Los estudios sobre la mesa,
los ojos en el acicate
del firmamento, en los volcados
cristales de la geometría,
mientras la sangre intestinal
del hombre muerto a culatazos
bajaba por los escalones
chupada por verdes enjambres
de moscas que centelleaban.
Cerró el Paraguay como un nido
de su majestad, amarró
tortura y barro a las fronteras.
Cuando en las calles su silueta
pasa, los indios se colocan
con la mirada hacia los muros:
su sombra resbala dejando
dos paredes de escalofríos.
Cuando la muerte llega a ver
al doctor Francia está mudo,
inmóvil, atado en sí mismo,
solo en su cueva, detenido
por las sogas de la. parálisis,
y muere solo, sin que nadie
entre en la cámara: nadie se atreve
a tocar la puerta del amo.
Y amarrado por sus serpientes,
deslenguado, hervido en su médula,
agoniza y muere perdido
en la soledad del palacio,
mientras la noche establecida
como una cátedra, devora
los capiteles miserables
salpicados por el martirio.
1 comment:
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca,
Hablad por mis palabras y mi sangre
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